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Una declaración emocional de Walter Van Beirendonck en París

Actualizado: 28 jun

Bajo el nombre “WINK – WITH STARRY EYES”, Walter Van Beirendonck presentó en la Semana de la Moda Masculina de París una colección que es tanto refugio como declaración. Inspirado por una mirada nostálgica y casi infantil —ese deseo de seguir creyendo en lo mejor de los seres humanos—, el diseñador belga convirtió su desfile en un viaje emocional donde la esperanza se viste con imaginación radical. Con un manifiesto íntimo y poético, nos invita a mantener los ojos estrellados, incluso cuando el mundo se oscurece.


La colección entreteje referencias históricas —desde trajes esqueleto del siglo XVIII hasta las capas manchadas de los artistas— con un espíritu deconstructivo y futurista. Los detalles agrandados, como los botones forrados en tela o los puños desmesurados, dialogan con sedas ligerísimas y cuellos soñados, todo con un aire de colisión perfectamente orquestada. La figura de Anna Piaggi aparece como musa silente del choque de estilos, y el desfile se vuelve una oda al mestizaje entre lo alto y lo cotidiano.


En un gesto íntimo, Walter convierte sus recuerdos familiares en estampados glitch y pixelados, combinando margaritas con estática digital. Los tejidos ikat, cargados de distorsión visual, conviven con artesanías italianas que llevan consigo la huella del tiempo. Así, el desfile adquiere un aire casi sagrado, donde cada prenda guarda en su construcción minuciosa un pedazo de historia personal, ensamblado como un rompecabezas de Jean Arp y adornado con amuletos de papel, plumas y flores punzantes.


La colección no sólo es una propuesta estética, sino un manifiesto emocional. Las “starry eyes” —ojos llenos de estrellas— funcionan como símbolo de conexión, de belleza ingenua, de resistencia emocional. Walter nos recuerda que la moda puede ser un lugar donde seguir creyendo. Y si alguna vez te preguntas “¿Dónde han ido todas las flores?”, sugiere mirar alrededor: en el recuerdo, en los campos soleados de la infancia, en un botón de seda, en un sombrero perforado. Allí, tal vez, las flores aún nos guiñan un ojo.

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